Siempre con prisas
Es inevitable que una vida apresurada se convierta en superficial. Cuando nos apresuramos, rozamos la superficie y no logramos establecer verdadero contacto con el mundo o las demás personas. Como escribió Milán Kundera en su novela corta La lentitud (1996): «Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo». Un buen ejemplo son los hijos, que dan mucho trabajo, y la única manera de sobrevivir a la condición de padres es reducir los compromisos sociales y otras actividades. Pero he descubierto que hacer eso es difícil. Quiero tenerlo todo. Así pues, en lugar de recortar mis aficiones, me las ingenio para embutirlas en un horario que ya está a punto de reventar. Tras haberme escabullido para jugar una hora más al tenis, me paso el resto de la jornada corriendo para recuperar ese tiempo. Conduzco más rápido, camino más rápido y me salto párrafos de los cuentos de los niños para antes de dormir. Muchos niños est...