¡Cuántas atrocidades cometemos en nombre de la cultura y del refinamiento!
Rascad la oveja y el lobo que vive en nosotros no tardará en mostrar sus colmillos. Alguien ha dicho que el hombre es, a los diez años, un animal; a los veinte, un loco; a los treinta, un fracasado; a los cuarenta, un falsario y a los cincuenta, un criminal. Acaso no llegue nunca a ser un criminal porque no ha cesado nunca de ser un animal. Lo único real para nosotros es el hambre, lo único sagrado, nuestros deseos. Todos los altares, unos tras otros, se han derrumbado ante nuestros ojos; uno solo subsiste eterno; aquel sobre el que incensamos nuestro ídolo supremo: nosotros mismos. Nuestro Dios es grande y el dinero es su profeta; para sus sacrificios devastamos la Naturaleza entera. Nos alabamos de haber dominado la materia y olvidamos que es la materia la que ha hecho de nosotros unos esclavos. ¡Cuántas atrocidades cometemos en nombre de la cultura y del refinamiento!