Estar en el mundo
Siendo Hannah Arendt, ella debió de sentir que el servicio, la misión para la cual había nacido, estaba cumplida. No era una cuestión de realización persona -está idea le hubiera parecido ridícula o despreciables a Hannah-, sino un imperativo explícito, impuesto a todos nosotros y sólo a los de mayor talento, de seguir la trayectoria en la que nos arrojó el azar.