Un hombre tranquilo y solitario, y sin embargo, feliz
Me interesó por ser un hombre tranquilo y solitario, y sin embargo feliz, un pozo de buen humor y entusiasmo rebosaba por sus ojos. Alegría sin impurezas. Algunas veces me lo encontraba trabajando en los bosques, derribando árboles, y me recibía con una risa de inefable satisfacción y un saludo en francés canadiense, a pesar de que también hablaba inglés. Cuando me aproximaba hacía una pausa, se recostaba con alegría contenida contra el tronco del pino que acababa de derribar, rascaba el interior de su corteza, hacía con ella una pelotilla y comenzaba a mascarla mientras hablaba y reía. En él habitaba una exuberancia propia de los espíritus animales, hasta el punto que, a veces, cuando sentía el cosquilleo de un pensamiento que le agradaba, se tiraba literalmente al suelo y se retorcía de risa. Mirando a los árboles que tenía a su alrededor exclamaba: "¡Por Jorge! Cómo me gusta talar árboles aquí, no necesito más diversión". Otros días, cuando andaba ocioso, pasaba el día ent...