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Mostrando entradas de junio, 2018

Una tarde sonó un estruendo

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Una tarde sonó un estruendo. Los vidrios de las ventanas retemblaron. El profesor guardó unos instantes de silencio antes de reanudar las explicaciones. Transcurridos algunos minutos, se oyó un ulular de sirenas a lo lejos. Nadie hizo preguntas, todos sabíamos. No era la primera vez que ocurría tal cosa. Por aquel tiempo yo era alumno en un colegio de mi ciudad natal. Sentado a un pupitre, diariamente me ejercitaba en compañía de otros adolescentes en las letras y los números; me familiarizaba con las leyes generales de la Física, con la historia de las naciones, con la técnica del dibujo. No recibí una educación perfecta, entre otras razones porque seguramente una educación perfecta no existe. Pero me transmitieron valores, me beneficié del fomento de ciertas cualidades, aprendí a trabajar en equipo, a compartir, a convivir, a amar la música y los libros. Podría poner más de una objeción a los métodos didácticos empleados; pero, así y todo, albergo la certeza de que las actividades...