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Mostrando entradas de 2014

¿Futurología bancaria?

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Crawley me preguntó lo que hacía y se asombró al oír que no planeaba realizar un viaje allende el océano; al explicarle que no podía hacerlo por andar justo de dinero, se extrañó sobremanera. —Pero sí puede usted sacar del banco cualquier suma que necesite. Me explicó que basta con presentarse en un banco, firmar un recibo y la caja le entrega la cantidad deseada. No se trata de ningún préstamo, por cuanto la obtención de esa cantidad no obliga en lo más mínimo desde el punto de vista jurídico. Es claro que la cosa tiene su gancho. La obligación de devolver dicha cantidad asume un aspecto de índole moral. Entonces, pregunté si el banco no corre el riesgo de quebrar a consecuencia de los deudores morosos. El abogado se volvió a sorprender ante mi pregunta. —Se ha olvidado de que vivimos en la era psiquímica —me aclaró—. Las cartas que se envían al deudor cuando se olvida de pagar, están impregnadas de una substancia volátil que despierta los remordimientos de conciencia, incita al traba...

El orgullo de leer

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Aspiramos a dar un golpe sobre la mesa y ondear una bandera: la de la lectura. Queremos construir, contigo, el orgullo de la gente que lee. Porque pensamos que leer es una militancia: leer define una manera de ser y estar en el mundo, una actitud intelectual. Leer es un orgullo. Leer es una forma de vida. Sabemos que leer te hace mejor, que quien lee reflexiona y baraja más dudas que respuestas, que quien lee cuenta hasta diez antes de hacer. Creemos que leer nos cambia: aspiramos a que cada artícul, relató o poema nos sacuda y transforme lo que pensamos. Los medios nos informan ante manifestaciones ante el descenso de categoría de un equipo de fútbol que no ha pagado impuestos. ¿Por qué no se ha convocado ninguna a favor de la lectura? ¿Que protestas se escuchan en torno a la ley que pretende que se pague por los libros en las bibliotecas? ¿Qué pancartas exigen no zancadillas, sino ayudas para mantenerlas? ¿En qué artículo de la ley se defiende la animación a la lectura desde las aula...

Lo fácil que se desbaratan los logros pasados

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Yo había dado por hechos ciertos logros de la izquierda, o más bien de la socialdemocracia. Sin embargo, me he dado cuenta con rapidez de lo fácilmente que pueden desbaratarse y menoscabarse los logros pasados. Los grandes éxitos del consenso socialdemócrata de mediados del siglo XX —la escolarización meritocrática, una enseñanza superior gratuita, el transporte público subvencionado, un sistema nacional de salud viable, el apoyo estatal a las artes y muchas más cosas— podían echarse a perder completamente. La lógica del programa de algunos de nuestros gobernantes actuales es, en sus propios términos, impecable: ya no podemos mantener el nivel de gasto social del periodo anterior.  Mi resistencia a aceptar esta lógica no es una cuestión de intuiciones sobre los altos costes sociales de dicha política; es también el resultado de un nuevo tipo de pensamiento político, que me permite ver que dejarse guiar por esta clase de lógica es probablemente un error. Yo creo que para convencer a...

La excusa de Israel para su mal comportamiento

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En una versión cristiana de la historia judía, los judíos —como Cristo— solo pueden vencer de verdad cuando pierden (o mejor dicho, después). Si parecen salir victoriosos, conseguir sus objetivos (a costa de otros) existe un problema. Pero esta por otra parte elegante apropiación europea de la historia de otros para propósitos muy distintos genera complicaciones. La primera de ellas es que Israel está ahí. Es como si Jesucristo se hubiera reencarnado en una versión bastante retorcida aunque brillante de su anterior ser: instalado en un café de Jerusalén, diciendo las mismas cosas que solía decir y haciendo que sus antiguos perseguidores se sientan culpables de haberle crucificado, aunque al mismo tiempo le odien profundamente por recordárselo. Pero pensemos en lo que eso significaría. Sugeriría que en un breve plazo de tiempo —una o dos generaciones— el incómodo recuerdo del sufrimiento de Jesús se vería completamente borrado por la irritación derivada de la continua evocación de ese s...

Utilidad en la imperfección de las cosas

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                                                 El joven Akira era el encargado de ir a buscar el agua fresca que se bebía en la casa-escuela del maestro Oé. Todas las mañanas acudía a la rica fuente que nacía al pie de la colina, a veinte minutos de distancia. Para la tarea, se había hecho con dos grandes vasijas de barro que mantenían el agua fresca todo el día. Los dos botijos colgaban de los extremos de un recio palo que, colocado a lo largo del cuello, le permitía llevar hasta trece o catorce litros sin mucho esfuerzo. Pero resulta que una de las vasijas tenía una grieta por la que se escapaba parte del agua y, al final de cada trayecto, sólo llegaba la mitad del contenido. Durante los dos últimos años, ésa había sido la dinámica: Akira iba temprano a la fuente, llenaba los dos recipientes y regresaba sólo con una vasija y media de agua.  ...

Si alguien te hace un regalo y no lo recibes... ¿a quién pertenece ese regalo?

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En la antigua ciudad de Kioto habitaba un gran samurái. Ya era anciano, pero aún era capaz de vencer a cualquier oponente, tanto con el sable como con el bastón de kendo. Su reputación era tan grande que tenía muchos estudiantes a su cargo.  Un día, llegó a la ciudad un joven guerrero bravucón, aunque no muy hábil. Durante su primera semana oyó hablar del anciano samurái y quiso recibir sus enseñanzas.  —Señor, os pido que me aceptéis como alumno —dijo cuando tuvo enfrente al maestro. El samurái respondió: —No tengo tiempo para ti. Vete y busca otra escuela. El joven se sintió herido, entró en cólera y empezó a insultar al maestro: —Eres un viejo idiota. ¿Quién te querría como profesor? Estaba bromeando. Nunca tomaría clases con un inútil como tú. Los estudiantes del samurái se quedaron perplejos ante el atrevimiento del joven forastero y se quedaron esperando la contundente réplica de su maestro a base de golpes y llaves marciales. Pero el samurái siguió ordenando sus l...

Quino gana el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades

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www.elpais.com La niña que filosofaba nació de la pluma de un ilustrador que pensó en hacer dibujos mudos. Quino, el viñetista que hoy ha recibido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, adoraba el arte silente de Buster Keaton. Por ese sendero siguió hasta que en una redacción de Buenos Aires le dijeron que el humor necesitaba palabras. Quino aceptó el consejo o la exigencia y llenó sus viñetas de nubes. A veces con diálogos socráticos, a veces con las palabras justas, como cuando Mafalda, la niña filósofa con sopofobia que convirtió a Quino en un dibujante universal, solo acierta a gritar: -¡Paren el mundo, qué me quiero bajar! Joaquín Salvador Lavado, hijo de emigrantes andaluces nacido en Mendoza (Argentina) en 1932, ya no dibuja . En uno de esos golpes nada graciosos de la vida, su vista se ha ido debilitando. Pero lo que ha dibujado antes es suficiente para arroparle para siempre. Él, un humilde patológico, es profeta en su tierra y fuera de ella....

El experimento de la vida

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¿Cómo podrían aprender mejor a vivir estos jóvenes si no es realizando en experimento de la vida? Creo qué esto ejercitaría sus mentes tanto como las matemáticas. Si yo quisiera que un muchacho aprendiera algo sobre arte y ciencia, por ejemplo, no seguiría el procedimiento habitual, que consiste en colocarlo juntó a un profesor, donde todo, menos el arte de vivir, se profesa y practica para que estudie el mundo a través de un telescopio o un microscopio y nunca con sus propios ojos; para qué estudie química y no sepa de qué está hecho su pan; o mecánica y desconozca el mecanismo de la vida; o para qué descubra nuevos satélites en torno a Neptuno y no detecte la Mota que se le ha metido en el ojo; no tan siquiera sepa de qué planeta vagabundo es él mismo un satélite, y termine por ser devorado por los monstruos que se agitan a su alrededor, mientras contempla otros monstruos en una gota de vinagre. ¿Quién habría avanzado más al final del mes; el muchacho que fabricó su propia navaja con...

Cien años de soledad y ochenta y siete años de Gabo

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Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de ...